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MARIA SOLINHA, CRITICA ROSA ROCA

Rosa Roca Romalde, Psicanalista e doutora en filosofía comparte con nós, as súas reflexións sobre o filme.

 

 

Crítica.

“Nos equivocamos si creemos que ficción y realidad son dos. La realidad se sostiene de ficciones que la apuntalan y que finalmente la construyen.

María Solinha, la película, no las diferencia y en eso está su acierto. Acierta en dificultar al espectador la separación de dos dimensiones tan imaginarias una como la otra. Realidad y ficción se entrelazan a lo largo de toda la película alterando la lógica del tiempo para comprender.

¿Comprender qué? ¿Las historias inquisitoriales de abusos en paralelo con la actualidad? No, eso nos dejaría en una banalidad discursiva. No, el riesgo que asume esta película es el intento de decir sobre el amor, de hablar de amor, de construir saber sobre el amor evitando las palabras, los lugares comunes que a él se puedan referir.

No hay saber posible sobre el amor, solo hay aproximaciones más o menos acertadas, y ésta lo es. Y creo que lo es porque pone de manifiesto el imposible que se juega en el amor, de forma sutil. No se trata de que haya amores imposibles sino que el amor es la imposibilidad misma. La imposibilidad de hacer lazo del uno con el otro. Nada puede responder a la demanda implícita en el amor, porque el amor pide amor y ninguna prueba de amor está a la altura de lo que se solicita porque, se ofrezca lo que se ofrezca, nunca será eso.

María Solinha no es una historia de mujeres, es una historia de amor que trasciende el género porque cuando se trata de amor el sexo tiene un ínfimo papel.

María Solinha se aproxima a la imposibilidad en que el amor consiste, con el manejo magistral del lenguaje cinematográfico por parte del director y los rasgos estilísticos que imprime al filme con los que queda patente la diferencia entre el ojo y la mirada. Vemos como la cámara rehúye el plano contra plano, es decir, rehúye la posibilidad de vínculo que se ve acentuada con la insistencia de la cámara persiguiendo a los actores pero sin llegar a su encuentro, el encuentro imposible del amor. Lo interesante es que no nos muestra el encuentro que se supone que es el amor ni el desencuentro del desamor sino que lo que muestra es el desencuentro implícito en el propio amor. En el amor uno no encuentra al otro, lo único que se encuentra en el amor es algo propio en el otro pero no se encuentra al otro.

¿De la espesura del bosque a la luz del mar, por un agujero?

Metáfora evocadora de otras muchas metáforas. Tal vez solo la metáfora sea posible, la metáfora del amor que por un instante parece detener el deslizamiento sin fin, la fuga constante del sentido, la cámara que se pega a la espalda de los personajes como un ojo en busca de una mirada que le devuelva la suya propia.

Tal vez ese era el saber de las Mujeres Sabias, saber mistérico. Mujeres que evocan a la sabia Diotima elegida por Sócrates para hablar del amor a los filósofos. De un amor que no llega a ser dios, de un amor que se queda en daimon (diaño) y que siendo hijo de Poros y Penia es a la vez posibilidad y penuria, pero sobre todo, es mito y como tal una respuesta a lo imposible de capturar en un saber.”

Rosa Roca Romalde. Psicanalista e doctora en filosofía.

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